La dura vida de la página en blanco

Una página en blanco siempre estresa. Es así, y ella lo sabe.

Sus compañeras están llenas de palabras, puntos, comas y párrafos. Contenido lleno de vivencias, explicaciones o conclusiones. Algunas buenas y otras malas. Pero siempre tienen contenido.

A veces se unen con otras páginas y crean libros. Es la única forma de mejorar el contenido, dándole un sentido. Y como son un grupo, entretienen, enseñan, cuidan…

Incluso juegan a conseguir reconocimiento, como si estuvieran en una red social. Esto sí que no lo termina de entender. ¿Por qué competir por la mejor caligrafía, o por la mejor cubierta?

No lo comprende. Se supone que lo interesante está en el contenido.

Por eso estresa, porque ella no tiene contenido.

Un día lo descubre y las palabras empiezan a crecer, se agrupan unas con otras y se expanden.

Ahora si lo entiende. Es como una liberación.

Cuando despejó su mente, eligió, y cuando eliges, los momentos y las palabras salen solos.

Y así, una página en blanco deja de serlo.

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