Entre nombres anda el juego

Llevas tiempo desarrollando tu nuevo producto, lo has testeado, has analizado a fondo a tu público objetivo, sabes en qué mercados lo vas a vender, cómo llegarás a ellos, el mejor canal de distribución, e incluso cómo quieres presentarlo al mercado.

Pero espera… ¿cómo se llama tu producto?

Una de las decisiones más fáciles y difíciles a la vez. Casi como cuándo vas a elegir el nombre de tu bebé.

Excepto que haya un nombre que te encante y represente lo quieres, no es fácil de dar con la mejor forma de nombrar, tanto a tu producto como a tu bebé.

Cómo poner nombre a un producto

Gusto personal aparte, debes tener en cuenta ciertos factores que pueden ser la clave del éxito o fracaso de tu producto.

  • ¿Suena bien en tu mercado objetivo? Un caso muy típico en las clases de Marketing es el del modelo Pajero de Mitsubishi. En su mercado de origen sonaba bien pero para lanzarlo en España la connotación no parecía muy positiva.
  • ¿Se escribe y lee de forma fácil? No confundas a tus potenciales clientes; si no se lo haces fácil es posible que eviten tu producto. Excepto si es algo imprescindible (nada es imprescindible), aunque ese caso podrían renombrarlo con una descripción más fácil a su criterio.
  • ¿Es fácil de recordar? Si lo es, ayudarás a que tu público objetivo lo asocie más rápidamente cuando piense en la categoría de tu producto. O mejor aún, tu nombre puede convertirse en un común para esa categoría. ¿Quién no ha comprado alguna vez «danones» o se ha sonado la nariz con un «kleenex» en lugar de un pañuelo de papel?
  • ¿Significa algo? Puedes hacer como Ikea y poner nombres de origen escandinavo, aunque en la mayor parte de tus mercados no los comprendan. De hecho, esto puede ser una de tus señas de identidad, como le pasa al fabricante sueco. Aquí hay un pequeño diccionario si quieres saber más sobre tu librería Billy.
  • ¿Se pronuncia bien? Sobre todo si juegas en la liga internacional, con diferentes acentos y palabras. Por cierto, además de la pronunciación recuerda revisar si la traducción en alguno de esos idiomas representa a tu producto o que al menos no signifique nada malsonante o contradictorio.
  • ¿Existe ya otro producto o marca con ese nombre registrado? Imprescindible si no quieres encontrar alguna confusión después de haber preparado todos tus recursos de comunicación, o incluso si ya lo has lanzado al mercado y alguien confunde tu producto con otro. O peor aún, con una denuncia de la marca afectada.

¿Por dónde empezar?

Todo este proceso de búsqueda, en terminología de Marketing, se denomina «naming«. Se aplica tanto para buscar el nombre a nueva empresa o marca, como a un producto o servicio.

Para empezar, puedes pensar en las características de tu producto, las necesidades que cubre, los beneficios para los usuarios. Otra idea es componer el nombre con prefijos o sufijos que recuerden a tu marca, si tu nombre es ya suficientemente reconocido. O elegir una tipología de palabras e ir dando nombre a cada nuevo producto partiendo de este listado (siempre me asombra la cantidad de empresas de iluminación decorativa que nombran a sus productos con nombres de planetas o estrellas…).

En la receta para conseguir un buen nombre, empieza con un brainstorming, cuenta con personas que puedan dar puntos de vista diferentes (no solo quiénes conocen el producto, que podrían estar un poco «contaminados»), apóyate en los expertos para garantizar que todos los aspectos críticos se cumplen (como el uso previo de ese nombre, la pronunciación y significado en otros mercados o el registro de marca) y consulta siempre con la almohada.

Un nombre que hoy te parece el mejor del mundo, quizás mañana no suena como pensabas. Seguro que te ha pasado (o te pasará si llega ese momento) cuando elijas el nombre de tu bebé.

¡Suerte!

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