Restaurante Mercadotecnia: un buen producto

Según el programa de Chicote, «Pesadilla en la cocina», parece que poner un restaurante es cosa de niños, pero en cuanto ves el producto y entras en la cocina… no hay palabras para describir el desaguisado.

Igual que los que creen dominar el trabajo de los locos del Marketing, sin haber pisado nunca nuestra cocina.

Evidentemente no es lo mismo cocinar una tapa multiplicable hasta el empacho, que una buena y completa paella (discúlpa si me lees con hambre).

Ni el proceso de desarrollo, ni la presentación, ni el precio, ni la forma de servirlo son comparables.

Empecemos por el principio.

La tapa más sencilla puede ser un completo desastre si el producto es mediocre, igual que la paella, por mucho tiempo y recursos que hayas dedicado a hacerla.

El producto es básico. Ya decía McCarthy en 1960 que es la primera P del Marketing Mix, aunque ahora muchos prefieren cambiar esta P por la C de consumidor. Porque claro, primero debes estudiar a tu comensal antes de decidir si le cocinas una tapa de jamón del bueno o una paella de marisco. Y ojo no sea alérgico.

Entre tapas y paellas también hay diferencias. Seguro que en tu cocina eres capaz de crear «la tapa» en 5 minutos y además replicarla en cientos de unidades en un mismo día. Por otro lado, hacer la paella te requerirá mucho más tiempo y recursos: personas, trastos de cocina, energía, tiempo….

Y antes de llegar a la cocina, también cambia la cosa. Puedes ir al mercado a por los mejores ingredientes, leer miles de recetas en Internet, visitar proveedores para conocer sus procesos y ver con tus propios ojos su gestión de la calidad. No tardarás lo mismo en analizar el mejor jamón y el mejor pan, que la completa lista de ingredientes de una paella valenciana. Incluido el azafrán.

Aunque pensabas hacerla de marisco, mientras estudiabas a tu comensal y durante los paseos al mercado has cambiado de estrategia: ahora en la lista hay verduras, carne, especias y el preciado arroz bomba valenciano. Porque no sirve cualquier arroz.

Una paella implica un proceso de desarrollo más complejo. Para hacer la tapa de jamón te asociarás con un quién te ofrezca un buen jamón de Guijuelo y con un obrador de pan que consiga cada día las mejores barras de masa madre.

Y para la paella, el camino es más largo. Debes ir a Valencia a estudiar por qué su arroz es el mejor y cómo se comporta en la cocción. Debes aprender a trabajar las verduras, cortándolas para que ofrezcan todo lo bueno que contienen. Aunque pensándolo bien, a lo mejor es más inteligente buscar al mejor cortador de verduras. Y qué me dices de la carne, las habas, el aceite de oliva…

Al cambiar la paella de marisco por la valenciana recuerdas el nombre de tu restaurante. Debes tomar la decisión final para elegir un buen nombre, que te represente, potente. Que suene y resuene y que estés cómodo con él.

Dice el fundador de Netflix, en su libro «Eso nunca funcionará», que debes elegir un nombre desde el principio del lanzamiento que sea tan absurdo o malsonante que debas sí o sí pensar en un nombre de verdad antes de salir al mercado.

Seguro que todo esto te lleva unos cuántos días (y euros). Porque algo tienes que invertir si quieres que tu comensal realmente disfrute con tu producto y quiera repetir.

Claro que también puedes ir al supermercado, comprar el 3×2 del día y ponerte a cocinar. Inviertes menos tiempo y dinero. Luego pensarás en poner un plato bonito, un precio irresistible y lo servirás en una terraza en la plaza del barrio con la mejor de las sonrisas. Aunque déjame decirte, que es posible que al recoger el plato no recojas la misma sonrisa de tu comensal.

Desarrollar un buen plato es fundamental. Y eso requiere recursos, conocimiento, experiencia e incluso humildad para volver a empezar las veces que sea necesario. Y sobre todo tiempo y mimo.

Pero si tu producto es mediocre, no habrá Marketing Mix capaz de salvarlo y mantenerlo en el tiempo.

¡Qué aproveche!

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