Hace dos años (sí, ya han pasado casi dos años), nos parecía surrealista estar encerrados en casa durante semanas.
Pisar la calle pasó a estar casi prohibido, mientras se iba adueñando de nosotros la sensación de que el mundo era peligroso ahí fuera, viendo gigantes donde solo había un inocente parque infantil.
Lo que no es surrealista, sino que ha sido real, es lo que muchas familias han pasado. Y a otros que nos ha tocado, podemos dar gracias de que el tiempo y las circunstancias han evitado algo más grave.
Y aquí estamos ahora, recordando lo que estaba ya casi olvidado.
Miedo a tocar, miedo a respirar donde otro ha respirado… de nuevo con precaución máxima en la calle, para llegar a casa y despojarte de abrigos y ropas, limpiarte el susto y disfrutar de la paz y la seguridad de tu casa y de los tuyos.
Vuelve esa sensación.
Cómo no tocar lo que es tuyo, cómo no respirar el aire de tu casa, cómo no poder tener cerca a quiénes has tenido siempre cerca y a quién en su corta vida solo conoce esta nueva normalidad.
Estamos más protegidos, eso es cierto. Pero esta sensación, de perder la seguridad en tu casa, esto; era lo impensable.
Hoy te veo desde lejos y te hablo con letras escritas. Con la promesa de recuperar el tiempo de estas horas donde todo está ya en silencio.
Porque el año que nos quitaron los pintalabios, nos quitaron también algunos besos.
Foto: mural «El beso» en el Muro de Berlín (abril 2018).